24 de enero de 2017

Entre carne y pescado: Lamprea.

El sábado pasado me zampé una lamprea.
En el casco antiguo de Santiago de Compostela al inicio de la temporada.
Fui con mi padre y mi hermano mayor: Los javieres.
El jefe del local nos instó a tomar de primero unas angulas, que disfrutamos sobremanera.
Tras el pulpo de aperitivo y una vez elegido un Ribera del Duero para regar los manjares...

Comenzó la comunión.
Acaricia el paladar.
Extiende su sabor que comulga con tu alma.

Siempre recuerda mi padre que los romanos se las llevaban en grandes tinajas hasta Roma.

El precio elevado por ser inicio de temporada y por haber tan poca.

Su textura, su sabor, su presencia. Siempre acompañado de arroz en blanco aderezado con la salsa confeccionada con la sangre del divino pez.

Mirada prehistórica que dice: “devórame”.

“No la hay en piscifactoría”, nos dijo indignado el jefe al comentarle que un colega suyo nos había dicho que la poca lamprea que hay de momento es toda de piscifactoría.


“Mentira y absurdo”, nos aclaró el jefe.

Y de postre deliciosos dulces.
                                    Kiko Cabanillas.

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