Mendiga en el
Gadis.
Bebía y dormía
en la calle.
Ya de mañana
compraba un cartón de vino barato en la calle y se lo bebía.
Ahora, ya
recuperado gracias a la solidaridad de Tania, está recorriendo el
Camino de Santiago.
“Lo
que tienes es que echarte novia”, le decía yo.
“Pero
quien me va a querer sin dientes”, contestaba.
Y es que una de
las cosas que a Mirco le robó el alcohol...
No le queda ni
uno.
Ahora, en
septiembre, se los va a poner la Seguridad Social.
Fue un ejecutivo
agresivo. Trabajaba como un loco,
y le dieron dos
infartos.
“Me
vi enfermo y tumbado en un banco sin nada que hacer”, me contaba.
Y claro comencé a
beber.
Ingresos en
hospitales que no cesan
Días de vino y
rosas.
Sabía que el
alcohol le mataría pero...
Es lo mejor que
podía hacer.
La gente es muy
amable -decía Mirco-,
hay señoras que
incluso me compran comida.
Tres plátanos
comió conmigo el último día que estuvimos juntos.
Y ese día cargaba
una mochila llena,
pues se estaba
entrenando,
para el Camino de
Santiago.
“Trabajaré
si puedo”, decía.
Mirco lleva ya
quince días sin beber,
y está de buen
ánimo.
En Padre Rubinos
le facilitan ropa, comida y cama.
“No
sabes el tiempo que llevaba sin darme una ducha”, apuntaba.
Y este personaje
de “Las Flores del Mal”, de Baudeleire,
se despide.
“Llámame
en cuanto vuelvas”, le ordené.
Y me dijo que lo
haría,
al tiempo que me
daba
un cariñosísimo
abrazo.
“Y no bebas Mirco, por favor”.
“Tranquilo -contestó”.
Y
Jacobo es mi amigo.
Es también
profesor de español para inmigrantes.
Con la ONG Ecos do
Sur,
por intermediación
mía.
No lo contaría
por modestia, pero es que me encuentro especialmente orgulloso de
ello.
Es un magnífico
profesor y escribe como dios.
Fue por medio de
la Unión de Escritores como yo contacté con él.
Y Jacobo fuma
hachís.
En noches de copas
con él, yo recuperé el vicio-sano-de-espíritu.
Aún ayer le dije:
“Jacobo estoy escribiendo mucho. Consígueme buen chocolate para
relajarme”.
“Eso
está hecho”, dijo.
Ahora ya no son
placas y talegos como en mis tiempos.
Jacobo me
conseguirá medio globo, unos veinticinco euros.
Y yo recordaré...
Los días de
fumeteo en Pontevedra.
El hachís del
Toño.
Los porros de la
Cruz con la gente del Instituto Sánchez Cantón.
Y que hambre
abrían los porros.
Siempre acabamos
en el bar “Stop” devorándonos bocatas de calamares.
Luego me fui al
internado de Loeches,
y allí con Maite
Peralta volví a las andadas.
Pero...
Era por aquel
entonces muy deportista
y una lucha de
titanes
se apoderó de mis
espíritu.
No entraré en
detalles
tan sólo
decir que ganaron
las fuerzas del mal.
Se iniciaría una
etapa de descontrol y perdición.
De la que salí
como puede verse.
Y en la que
aprendí
los versos de la
perdición.
“Doctor
Kornes tus bigotes me ponen”.
Y que buenos
estaban los chicharrones del día
del pico de
Roynol.
Lunes creo
recordar.
Kiko Cabanillas.
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