En el primer fin semana de octubre
decidí viajar a Madrid a celebrar mi cumpleaños en compañía de mi
mujer -separada- y mis hijos -Santi y Julia-. Saldría el viernes por
la mañana y volvería el domingo a la noche.
Mi mujer me dijo que no me preocupase
porque me haría llegar los billetes por “mail”.
¡Que no me preocupase...! ¿Cómo coño
se sacan unos billetes que te envían por “mail”?.
Ya sé, se subraya todo y luego se abre
el Open Office y se da el Copiar y Pegar. Yo creo que la teoría es
esa.
Así es que el jueves por la tarde,
cuando me comunicó mi mujer por mensaje en el móvil que ya me había
enviado los billetes, de ida y vuelta, para el viernes y el domingo,
me dispuse a imprimirlos.
Encendí el ordenador. Y de repente un
cartel: “Enciende el altavoz besugo”.
Hice caso al misterioso mensaje y
encendí los altavoces...
“Bien ganso -dijo la voz del altavoz-
te daré instrucciones: Localiza el mensaje de los billetes y
subrayaló todo. Copialó. Ahora minimiza y abre el Open Office. Abre
texto”.
“Ya estamos acabando -prosiguió-,
pero espera que me voy a tomar un café. Mientras no toques nada”.
Al cabo de diez minutos... “Colócate
en el texto de Open Office y Pega -botón izquierda-. Ya te ha
quedado el texto en un documento Open Office, que puedes imprimir
cuando quieras”.
“¿Te resultó muy complicado?”, me
dijo el duende.
“No, me resultó muy sencillo,
siguiendo tus instrucciones. Pero ahora tengo una dependencia
informática sólo de mi mujer sino de un duende. ¿Cómo explico yo
esto a mi familia y amigos?.
Oye y también ¿me puedes ayudar a
redactar?. Sería fabuloso y nadie conocería mi secreto”.
“Ni lo sueñes. El Arte de escribir
lo has de buscar dentro de tí. Yo te ayudaré en operaciones
cotidianas y absurdas desde el punto de vista espiritual”,
sentenció.
Al final fue todo más fácil. Imprimí
los billetes desde Archivo. Y ya está. Y tu duende vete a marear a
tu puta madre.
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