Pues sí, vendí mi alma por un doble:
Idéntico a mí, que realizaría todos mis trabajos sociales mientras
yo me quedaría en casa tranquilamente leyendo.
No estoy autorizado a deciros cómo
comercié con mi espíritu, pero lo que sí os puedo contar es que un
día llego a mi casa un individuo idéntico a mi: “Hola soy tu
doble”.
Lo primero en lo que insistió es en
que le hiciese una agenda, para saber a que temas se tenía que
dedicar, aclarándome, eso sí, que el tenía acceso a mi cerebro y
que yo tendría acceso al suyo.
Así es que tras hacer una sabrosa
pasta al pesto de cena, nos fuimos a dormir, y él la mañana
siguiente la pasaría trabajando con mi padre y mis hermanos en el
Ágora cultural que estaba creando en el centro comercial
compostelano Área Central.
Según me contó a su vuelta -bueno a
todo esto: yo vivía sólo, pues acababa de estrenar una separación-,
estuvo con Manuel Rivas y el escritor le cayó muy bien. Sin embargo
yo no me arrepentía de no haberlo conocido pues estaba inmerso en la
literatura y en la asociabilidad.
Me estaba leyendo la obra completa de
William Shakespeare, lo cual me reportó innumerables satisfacciones.
Y el caso es que nuestro buen amigo: el
doble, se enamoró perdidamente de una trabajadora del centro. Lo
cual era muy violento para mí, pues como ya dije estábamos
interconectados.
Finalmente, esa noche llegó a casa y
me dijo: “Lo siento pero tengo que matarte: Y sacó una pistola. Mi
amor por Eva no se materializará hasta que tu no hayas
desaparecido”. Y disparó: “Bang”.
Con tan mala suerte que sólo me hirió
en el abdomen. Vinieron unos vecinos al oír el ruido y me llevaron
al hospital. “¿Llamamos a la policía?”, me preguntaron. “No.
No hará falta”.
Y ciertamente no hizo falta, pues mi
doble se suicidó introduciendo la pistola en la boca y disparando.
Yo, aún reconociendo que era su doble
establecí una relación amorosa con Eva, quien ya había oído del
suicidio de nuestro doble, pero que ante las evidencias de nuestra
similitud no pudo evitar caer en mis brazos.
Kiko Cabanillas
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