Llevo veinte años sin conducir (desde
el accidente que me otorgó una minusvalía). Pero ya me encontraba
en condiciones de retomar la conducción.
Así es que pregunté en Tráfico y me
remitieron a una autoescuela, donde me exigieron un parte médico,
que me facilitó encantado el doctor Pablo Vaamonde -mi médico de
cabecera-, quien sin aparcarse de la deontología profesional me
facilitó el solicitado informe bastante adecuado.
Así es que esta mañana me encaminé a una
autoescuela adyacente a Tráfico, donde me hicieron un examen
psicotécnico así como diversas pruebas físicas y cognitivas.
Aprobado con nota. Y mientras me llega el carnet me facilitaron un
papel que equivale al mismo, con lo cual ya puedo conducir.
Finalizado el reconfortante trámite me
dirigí a mis clases de español a inmigrantes.
Desarrollé mi docencia con un alumno
argelino, quien está en pésimas condiciones económicas y sociales.
Además su español es bastante básico.
Lo derivé a Ecos do Sur para que le
ayudasen a conseguir la tarjeta sanitaria y le apuntasen a la bolsa
de empleo. La ONG que presidí durante cuatro años como siempre me
ayudó al máximo.
Y fue entonces, cuando recordando mi
nuevo carnet de conducir me dijo Mohamed: “Mabruk”.
(Felicidades).
Comuniqué a mi familia mi logrado
permiso de conducción y a pesar del miedo casi todo fueron palabras
de ánimo.
Entonces, finalizadas mis clases, me
dirigí -espiritualmente acompañado de mi carnet- al Carrefour a
hacer la compra de la semana.
Comí pollo asado y una ensalada
-maldito régimen-.
Todo lo que resta del día estará
dedicado a la lectura y a la escritura.
Kiko Cabanillas.
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