23 de marzo de 2017

-El beso.

Prolongado.
Con las manos en lugares pecaminosos.
Calor y la humedad de la saliva.
Recuerdos...
El día en el que a los pies de un museo de París nos sacaron fotos mientras nos besábamos con total espontaneidad.
Los primeros besos con los que se daba pie a desenfrenados actos sexuales.
Aquellos dulces besos postcoito.
Besos de despedida en la vespa.
Besos de tornillo.
Besos rápidos y besos de protocolo.

Y también íbamos de vermús con su madre.
Y comíamos paella de la materna.

En mi casa de Pontevedra...
Dormíamos juntos ante el estupor de mi madre.
Y allí nos besábamos con fruición en la sauna.

El sudor caía por nuestros torsos y lo recogíamos con la boca sedienta.
Y ella me introducía la lengua como queriendo decir: Ésto es sólo el comienzo. Vamos al parque del Oeste. Luego pasamos a tener encuentros en mi habitación del colegio mayor.

Y un buen día los besos se secaron.
Ella se cansó de mi. A mi también me pasa: Me canso de mi.
                                 
Y cuando dejó de besarme yo lo comprendí todo: “The end”.
                          Kiko Cabanillas.

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