Todo ocurrió aquel domingo en el que había finalizado mi libro de Poesía "El mercado de San Agustín". Tras concluir el libro leí un rato compulsivamente Poesía (Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo), pero fue el libro de San Juan de la Cruz el que despertó mi espíritu. Bueno descabalgó, pues ya estaba despierto mientras escribía.
Entonces me asomé a la ventana del salón y vi la playa de Riazor en su amanecer.
Sin dudarlo y como teledirigido abrí la puerta de mi vivienda y en quince minutos estaba en la playa, vacía por aquél entonces.
Me desnudé, dejé la ropa desperdigada y comencé a correr.
Sentía la brisa marina. Y los primeros rayos de sol eran la antesala al nuevo día.
Iba recitando poesía -mis últimas lecturas-.
Entonces -y tras correr un rato por la orilla- me sumergí en el agua.
Salí y agradable frío se apoderó de mi.
El sonido del mar era la composición más hermosa.
Y entonces decidí irme a casa.
Pero...
Donde había dejado la ropa...
Fuí desnudo hasta el portal de mi casa. Y allí llamé por el telefonillo a una vecina-amiga.
No me oyó. Debía de estar dormida.
Tras cavilar un rato que hacer...
"¡Buenos días, soy el vecino del 16, estoy desnudo y sin llaves ¿Me podría abrir?. Verá usted, Es que estaba el mar tan hermoso. Y yo soy poeta!".
Ya en el edificio me dirigí a casa de Camino, quien esta vez si me abrió. Lo comprendió todo y tras dejarme la llave de mi casa -que tenía copia- me acompañó al arenal donde recuperamos mis pertenencias.
Kiko Cabanillas.
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